Sunday, December 11, 2005

Los malditos

Incapaz de escribir tragedias, novelas y ni siquiera poesía, se convirtió en un funcionario. Porque la maldición sólo puede contruirse con un esfuerzo de inversión del futuro, un guiño cínico, porque no hay maldición desdichada ya que ella responde a una fuerza interior, un fuego que nos impulsa a un cierto tipo de incendios, a poner de revés lo acordado. El maldito se reconoce porque es un lúcido en un mundo de locos y de necios y tiene que tomar sus precauciones para no ser sacrificado en la pira del sentido común. La mejor estrategia para el maldito es no ser necesariamente bien comprendido o lo que seria peor amado o admirado por sus contemporáneos, lo que le haría sospechoso a la posteridad y vulnerable en su quehacer diario. Léase a Rimbaud si tiene alguna duda.

Supremacia del dolor

La salud, la juventud y el placer, no se perciben tan intensamente como la enfermedad, la senectud o el dolor, no sólo porque están disociados en la conciencia entre sensación/representación sino porque contienen menor información que sus contrarios- el cerebro ya es sabido que sólo percibe contrastes-, por eso la prevención, la educación o la felicidad no aportan nada a la naturaleza del hombre, que vuelve repetidamente su mirada hacia el vicio abolido por la Psiquiatria o la Medicina. La desdicha que es la inversión del Estado del Bienestar o el suicidio que es la única libertad no ilusoria que el hombre puede gozar, al subvertir el orden del destino o la fatalidad. A esta forma de placer puesto del revés se le conoce con el nombre de goce y supone una reversión de la perspectiva positivista e ingenua de las sociedades avanzadas Por eso en nuestra sociedad el psiquiatra camina rápidamente a convertirse en un gestor de goces y en administrador de maldades.
Para que el placer tuviera el mismo estatuto que el dolor seria necesario que contactara con la Eternidad y no sólo con el tiempo o la sucesividad. Ningún placer es eterno y de ahí su fragilidad. El dolor es insaciable, unitario, metafísico y en él, o en el espanto o en la catacumba encuentran algunas personas y algunas sociedades la suficiente cohesión y autoconciencia para sobrevivirse en otros.