Tuesday, November 20, 2007

Ectoplasma

Arrancó de mis ojos acordes,

un arco iris de mis labios,

de mi caricia un solo nombre

de susurros nacarados.

De mi voz obtuvo el viento,

de mi pubis un destello,

de mi oido esas promesas

que se dicen en silencio.

La mejilla ofreció pureza,

mi aliento un fruto fresco

del cabello oyó secretos,

de mi alma sólo belleza.

Sonriente y comprendido

murió luego en mis brazos,

muerte suya que fue la mía

por no desasirme de su lazo.

Monday, June 11, 2007

Hermeneusis

La tierra endurece los años

Que son las cosas, como uñas

Sin forma, afiladas, visibles

Habitantes de una esfera inefable

Que exalta y que late en cualquier sien.


Ha de morir en el instante preciso

En una semilla, en un brote exquisito

Y volviendo a la vida, pero sin vivir

Tiembla como la palabra en boca del poeta.


De buena fuente lo sé, una brisa suave

Se conmueve en los suspiros de la aurora

Hecha para no arder, se consumen las bocas

Y los labios permanecen sellados.


Soy un hombre nuevo iniciado en el olvido.


(P. Traver, dic. 2006)

.

Monday, February 26, 2007

Ambar en Paraiso

En el Paraíso, entre neones,
ginebras y desinfectante,
entre borrachos parlanchines
y escudos de humo,
las tragaperras ruidosas
escupen nubes de algodón
y las farolas en la calle excitan
la iniquidad, los peatones empujan
la vida y ríen su ignorancia
de seres caducos
y transitorios.

Aun ignoro porque aquel mundo
que construimos a tientas,
sigue
pareciéndonos tan bello.

De "La huella en el agua"

El último rubai

Anoche Dios me visitó apenas me propuse el sueño
me advirtió de su presencia y encendió mi deseo
Dios mío: heme aquí pendiente de tu música,
Él se echó sobre mi y abrevió mi fuego,

sellando mis labios con un beso cubrió mi vacío
y sopló entre mis orificios entreabiertos:
brotaron de mi armonías celestiales,
pájaros sabios ascendentes por la Luz.

¿Fue locura mi aliada o un engaño de los sentidos?
pues pude ver como en medio de la bruma
ardiendo en océanos tibios de agua
bullía licuado mi corazón enajenado.

Él repitió su requiebro tantas veces
que al caer, exhausto, sobre el lecho
me permitió soplar sobre su pelo
y se desvaneció, como un ciprés alado.

De "El reino de la espiga"

Saturday, February 24, 2007

The end

Me asomé al borde
Ven –te dije- contempla la belleza
¿Ves lo mismo que yo?
¿Cómo saberlo?

Hay un borde entre las cosas y yo
Hay un limite entre ella y yo
-me dije-
Habrá que bordear el rio ¿a ella?
Y cruzar al otro lado

Pero ese borde era más ancho
Que mi propio limite
Y fracasé:
Mantuve abiertas las heridas un tiempo
Hasta que la sangre cesó de fluir.

Te dije:
¿Qué ves?
Pero ¿cómo saberlo?
En esa grieta me instalé
Cómodamente mientras leía poemas

Y un día salté al otro lado
fuí sólo hasta el centro
y fue como al principio
Como un recién nacido

Sordo para el alivio
Ciego para la luz
Pero encontré un amigo en el borde
Que me acompañó en el exceso

Y frecuentó conmigo los bancos de arena
Y el sol de plástico a través del cristal
Bailó conmigo al anochecer
Hasta que se hizo hoguera y ardió
Era el vacio extremo en guerra

contra la tierra de adentro.

Saturday, October 14, 2006

Vida rural


Detesto la maldad basada en el chisme y en el inventario de falsedades con el vecindario. Una maldad estúpida fuera del arte y del talento. Hay mas creatividad en un asesino en serie o en un pederasta, que en esas personas insulsas, bondadosas y humildes que habitan los campos, los bosques o las estepas. Patéticos malhechores, conspiran contra todo, todo lo envidian y nada comprenden, a todo descalifican y critican, situando chauvinisticamente el demonio en el exterior. Viven lo ajeno como peligroso y envidiable y lo propio como deleznable e insignificante. Matarían por un palmo de tierra; por la titularidad de un árbol venderían a su mujer, sacrifican a los hijos en la hoguera de su vanidad, hacen guerras de clanes por la propiedad de la nada. Envejecen, embrutecen y envilecen todo lo que tocan, como si quisieran que nada externo a sí mismos o a su campanario, sobreviviera a su nada destructora y trivial. Los pueblos son los reductos de los malvados sin inventiva, de los criminales jubilados.

Los malestares del hombre

El sinsentido, la incertidumbre, la finitud: He aquí los grandes males del hombre; los tres pueden resumirse en uno, el delirio finalista, la cualidad de trascender, de sobrevivirse en otro, de prolongarse en la posteridad , dotar de sentido al azar y al caos. Naúfrago de cualquier absoluto, la Belleza, la Verdad, la Eternidad o la Gloria, niega el accidente de su aparición y la gratuidad de su desdicha. Solo el dolor puede mostrarse agradecido y es además insoportable para el verdugo.

La saciedad

La saciedad tiene algo de inmoral , de camisa de fuerza del espíritu, pero el ascetismo es peor porque no es mas que una transformación cristiana -negadora de la evidencia- del cinismo en estado puro, por ello la mejor solución es el dolor medicalizado, aquel que ha sido sujeto de una clasificación. Aquel que eligió la delgadez como forma de estar en el mundo, no saciándose jamás de la restricción, se estructura como sujeto doliente, metafísico, ocultando su condición de santo o de héroe, escapando de la hoguera. El enfermo de anorexia no es un reformador, ni un tirano o un oligarca, porque ha trascendido su condición de muerto encubierto a una delgadez y a una renuncia que sólo tangencialmente nos recuerda al sacrificio de los místicos y oculta a la Medicina su condición divina: una mascarada de plenitud

Sunday, January 29, 2006

La edad

A cierta edad un hombre, por criterio puramente estético debe hacer algo con su propia maldición, ponerla del revés, invertir los términos, transgredir lo acordado y si es necesario huir, cambiar de nombre, de identidad, incluso de profesión y hacer un siglo sabático, refugiarse en una barraca en el campo, ser autónomo y abdicar del mercado, encontrarse a solas consigo mismo y hacer como un voto de silencio, renunciar al sistema general que le sirvió hasta entonces de base, convertirse a una especie de ascetismo “sine religione”, un estoico desarmado y no pertenecer a ningún clan, despojarse de riquezas, repartirlo todo entre los amigos, dejarse la barba o mejor eludir afeitarse, perfumarse, encontrarse a solas con las hemorroides y con la hiperplasia de próstata, intentar al menos no reproducir la derrota, ni intentar sobrevivirse en otros, enfriar el juego y recorrer el camino al revés. Olvidarse del teléfono, de los electrodomésticos, del alcohol y del tabaco y sumergirse en el polvo del tiempo para osar solo pronunciar una vez al día la palabra fuego, agua, aire, arder, perecer, muerte, soñar y mecerse en el sonido de las palabras ahora ya sin significado, sin connotación, sin resonancia, sólo las palabras, cualquier palabra y adormecerse con ellas y sacarlas al monte a pasear por las tardes y volver por la noche a casa después de este trajín esencial. Sin televisión, ni amor, ni odios, ni desdicha, ni compromiso alguno.
Caiga sobre mí la maldición del hombre que fui y termine de una vez esta condena.