Monday, October 31, 2005

La muerte

He muerto demasiadas veces, para ocultar mi profundo asco por la vida, como los vampiros, soy un resucitado, una metáfora de la eternidad. Me alimento de sangre fresca y joven, porque ya no puedo vivir a secas. Por eso arrastro a la juventud hacia los abismos sin fondo de la corrupción y del vicio de chupar sangre. Allí, en el subsuelo donde habito y duermo durante el día no hay nada, salvo yo y mis seguidores, vampiros también.
Mi método les ha curado para siempre, de sí mismos, de su mediocridad, de su ambición, de su intolerancia, de su necedad, de sus urgencias amorosas o emocionales; porque toda experiencia física es nefasta, nos obliga a ser lo que no somos o peor a aparentarlo. Espiritualmente es aun peor. ¿ Y que decir de las causas epistemológicas? No hay conocimiento nuevo, sobre la tierra y lo afirmo desde el privilegio de la inmortalidad, de haber muerto sucesivas veces: de asco, de admiración, de amor, de ideologia y de cinismo. ¿Qué hay de malo en mis acciones?, si todos vivían como si fueran eternos o trascendentes siendo tan opacos e insignificantes, muertos en vida, ignorando la sucesividad, el tiempo y su finitud.
Nosotros los vampiros, sabemos que el infinito no es un numero sino la condición de lo interminable. Ahí vivimos instalados imaginariamente , en ese ocho invertido, guarismo que los niños utilizan sin saber por qué ni para qué y los maestros de escuela se empeñan en demostrar. Resistir en la desesperanza, en la ambigüedad, en la incertidumbre, el error: albergar la esperanza de una finitud en la amargura.
En la muerte no caben estos inconvenientes.

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