Mitómano enamorado de los argumentos, sólo me detengo ante el texto de algunos iluminados, porque creo en la inspiración y en el paroxismo del azar; desatiendo selectivamente a los que creen que la gran obra es un acto de perseverancia y de trabajo callado bajo el peso de las horas, y de los goces, sólo ignoro los de la ostentación y los de la maldad estúpida, apráctica e inintencional. Sólo sucumbo ante las historias que invocan la risa o el llanto furtivo. Como los adolescentes, ignoro mi cuerpo pero acepto los presagios del dolor de muelas. Me estorban los demás, tanto como yo a mí mismo.
Sunday, November 13, 2005
El manifiesto licantropico (II)
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