Sunday, November 06, 2005

Las palabras

Hay palabras redondas, como puta o ruin, palabras agrietadas y enojosas como canalla o malhechor, palabras acanaladas y palabras lívidas como cadáver u orificio. Hay palabras como dardos y palabras como enjambres, palabras que son mausoleos y palabras que valen como un soneto. Hay palabras vacantes que no existen y no sirven por tanto para nombrar nada. Como hay vacíos sin palabras para comunicar su origen. Hay vacuidades que tienen nombre y vacantes en espera de interinidad, los neologismos salen al rescate y añaden gruñidos al goce de lo innombrable. No todas las palabras tienen correlato bioquímico con alguna emoción, representación o idea. Hay palabras excedentes de cualquier discurso que recorren el desfiladero del lenguaje y no se detienen sino en la mar o en cualquier delta, preferentemente interior. Hay palabras que exceden al cañón del Colorado y palabras que encienden las alarmas. Hay palabras que saltan por encima de las barricadas y las alambradas. Hay palabras eléctricas y palabras magnéticas, como hay palabras-eco o palabras-imán para cualquier memoria grata o imagen visual agradable en nuestra capacidad de evocar.
Las palabras son un exceso del equipaje atávico del hombre, un pleonasmo de la lírica, la opera del intelecto, una exageración ocupada por un sonido hueco donde habitan frecuentemente pajarillos hacendosos. Centinelas del corazón, ejercen de válvula de las torrenteras interiores donde ejercen su oficio las serpientes más antiguas, los centinelas del territorio, los porteadores del ánimo y de las abyectas intenciones.
Hay palabras para todo pero no cualquier todo es poseído por una palabra. Hay palabras huecas pero no todo hueco puede nombrarse.
Las palabras abarcan un orificio inmenso donde cohabitan los monstruos con las nodrizas y se engendran los deseos confundidos de la especie, con los abortos de los sentimientos y donde la codicia, el lucro o el crimen se enmascaran tras la teología.

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